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Un proyecto de Álvaro de los Ángeles
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# Isidoro Valcárcel Medina

El estudio plegable de Isidoro ValcÃ¡rcel Medina

El Ãºltimo premio Nacional de Artes PlÃ¡sticas es uno de los pioneros de la vanguardia de los aÃ±os sesenta

Javier RodrÃguez Marcos 19/04/2008
El PaÃs

Cuando Manuel Borja-Villel fue elegido director del Reina SofÃa, uno de los pocos nombres que citÃ³ al hablar de futuros proyectos en el museo fue el de Isidoro ValcÃ¡rcel Medina. El artista murciano ha vivido al margen buena parte de sus 70 aÃ±os y no parece afectarle demasiado ver su nombre en boca de los poderosos. Tan poco como verlo en el palmarÃ©s de los Ãºltimos premios nacionales. “Me habrÃ¡ tocado por edad”, dice. ValcÃ¡rcel vive en el centro de Madrid, en un pequeÃ±o apartamento que rehabilitÃ³ Ã©l mismo. De hecho, con obras de rehabilitaciÃ³n se ha ganado siempre la vida un hombre al que los manuales consideran un pionero del arte conceptual. Ã‰l recuerda que realizÃ³ su primera acciÃ³n artÃstica a finales de los sesenta: “RepartÃ en la boca del metro unas octavillas en las que se hablaba de una campaÃ±a de la DGS, que podÃa ser la DirecciÃ³n General de Sanidad pero tambiÃ©n la de Seguridad”. Es decir, la encargada de la represiÃ³n. El tiempo y las subvenciones se llevaron por delante la espontaneidad de aquellos aÃ±os: “Ahora cualquier performance estÃ¡ acotada, anunciada, tolerada y patrocinada. Lo contrario que entonces”.

Los tanteos artÃsticos de una dÃ©cada tan convulsa cristalizaron en los Encuentros de Pamplona de 1972, un festival impulsado por el compositor Luis de Pablo en el que participÃ³ el quiÃ©n es quiÃ©n de la vanguardia de posguerra: de John Cage a Bruce Nauman pasando por Richard Long o el grupo Zaj. Aquella semana es ya mÃtica, pero ValcÃ¡rcel, que realizÃ³ una instalaciÃ³n en el paseo de Sarasate, recuerda que en esos dÃas descubriÃ³ “las tripas de la manipulaciÃ³n del arte”. “Me pregunto si un artista puede ir a una ciudad a imponer nada. Â¡CÃ³mo pude ocuparle el paseo a aquella gente!”. Con todo, a este creador inclasificable que ha utilizado en su trabajo la performance, la arquitectura, la poesÃa visual y las instalaciones, le interesan poco sus obras del pasado: “No soy un cantante de repertorio. Me interesa el riesgo, no volver a enseÃ±ar piezas de hace 30 aÃ±os”.

Actualmente trabaja en proyectos que en otoÃ±o podrÃ¡n verse en Valencia, Palma de Mallorca y la sede madrileÃ±a del Instituto Cervantes. Todo lo hace en una mesa plegable atiborrada de papeles. Su casa es tambiÃ©n su estudio, un lugar ascÃ©tico sin una sola imagen en las paredes en el que todo estÃ¡ a la vista -los libros, los discos, la cama- y en el que una torre de cajas de pizza hace las veces de clasificador. Otra mesa, plegada sobre la pared, oculta la cocina. Junto a la puerta, una mÃnima biblioteca de poesÃa: “Me gustan Vallejo y Machado. Y AzorÃn, nadie ha escrito en castellano como Ã©l”.

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